No quiero, no quiero un día despertar y no poder escribir, no tener ideas rondando en mi cabeza, me aterroriza. Y es que escribir se ha vuelto mi terapia, mi catarsis, mi liberación del mundo e incluso de mi misma. Escribir me santifica, me agobia, me excita, me deprime, me enloquece…
No quiero, no quiero cumplir 30 años, no me siento responsable para asimilarlo, y es que escribir trein… cuesta, maldito sea el tiempo que no perdona, y no me vengan con que 30 es “experiencia”, con que 30 es “plenitud”, no señores.
Lo hablé con mi terapeuta, con mi psicólogo, con el Padre, con el señor que lee las manos en la calle Capón, con los chamánes en línea, y ninguno, absolutamente ninguno me ha ayudado. Dicen que todo está en mi mente, en mi chakra, en mi subconsciente… A todos ellos váyanse al carajo, no quiero y no quiero.
No quiero, no quiero olvidarte bastardo de ojos claros, no quiero y no puedo. Te has convertido en ese ser indispensable para mi inspiración, para mis días, para mis tormentos, incluso esas conversaciones que terminaban en discusiones, esos pleitos que terminaban en besos, aquellos y todos los extraño. Extraño sentarme al pie de la cama, mientras tocabas “love of my live” , extraño tus besos y ese desgano por levantarnos un lunes por la mañana, extraño que me veas mientras me cambio, tu voz, tu lunar, tu olor, tu barba, maldita seas corazón cobarde.
No quiero, no quiero lidiar con mis fobias que me suprimen: quiero aventarme de la Costa Verde en parapente, quiero lograr respirar al centro que un megaconcierto, quiero volver a los carritos areneros de las Dunas de Ica, a Cuzco y fumarme un porrito, a Cajamarca para dormir en Cumbemayo, y quiero subir al tren eléctrico hora punta en pleno Gamarra, quiero dejar una bomba en la Sede de Belisario (lugar específico la dirección de secundaria). No quiero seguir lidiando día a día con todo lo antes mencionado, quiero reivindicarme, quiero curarme.
No quiero, defender o abogar por ninguna “ilusa”, o bueno para no perder la hilación respetuosa de este escrito, diré que son aquellas personas “carentes de autoestima”, ya no, que se jodan, que se golpeen contra su realidad, que aprendan. Ya no mandaré mensajes, ni blasfemias a personajes que ni siquiera conozco, pero que ustedes, amigas mías, sabiamente me hicieron creer que son monstruos, pendejos y psicópatas. Y es que saben de mi debilidad por creerme la heroína, la defensora, la mártir, que por cierto no me queda mal, pero, ya basta, ya me jubilé. Sin embargo, eso sí, les doy permiso, a la primera caída para llamarme, en ese momento insulso y placentero para decirles: “te lo dije, cabrona”.
No quiero, no quiero, es más ya no sigan intentando, no seré la “madrina” de ninguno de sus vástagos, no puedo lidiar conmigo, mucho menos lo haré con otro ser. No lo hago por mala, piénsenlo bien, los están salvando de mí, reaccionen. En fin, no estoy hecha para asumir ese tipo de responsabilidad, gracias, pero NO.
No quiero terminar este escrito, pero basta por hoy. Cierro capitulo.