Bastó una llamada para que me tengas en el auto, días atrás lo había dudado tanto, era más el deseo que alguna razón existente, quería despertar contigo una mañana cualquiera…
Martes 14
Siempre tuve problemas con ciertas decisiones, no sé si por un tema propio o es que la voz del subconsciente me juega malas pasadas de vez en cuando, no me gusta pensar en futuros, ni mucho menos vivir con guiones, quería crear mi propia historia y vivirla, esta vez sólo quería jugar, aún sabiendo que podía perder…
Son testigos aquella esquina donde me paré a esperarte, estuve a punto de irme, pero llegaste. No cruzamos muchas palabras, en realidad nuestras miradas y el silencio casi ahogante lo decía todo, estábamos envueltos en deseos, nos besamos como si alguno de nosotros fuera a escapar, te pusiste a fumar de ansiedad y yo a beber como si con eso apagaríamos lo que sentíamos. Nos terminamos la cajetilla a medias, y un par de cervezas.
Empezamos a desnudarnos descontroladamente, hasta que el policía cabrón nos botó, manejaste como si el demonio nos persiguiera.
Y ahí estábamos, subiendo las escaleras, llevados por querer tirar, por el deseo exquisito de tenerte, de tenernos, había aroma a sexo en cada esquina, éramos sudor, besos, me encendías con tus manos y no podía parar, estábamos desnudos uno frente al otro, mientras te colocabas el condón, te deseaba, te observaba... hasta que el reflejo de tu anillo, austero ahí presente, diciéndome qué carajos estás haciendo, podía sentir tu latido, y el mío, yo quería ser tuya, no existía nadie más en ese momento, te quitaste el anillo para poder hacerlo, este cayó al suelo y todo se paralizó, todo se apagó. No pude hacerlo.
No hubo culpables, no pasamos la zona de peligro, perdimos el combate a medio camino, pienso que fue la mejor decisión después de todo. Nos cambiamos sin cruzar palabras, me bebí la copa de vino que dejaste en el velador, como quien intenta eliminar ciertos momentos, como quien hace borrón y cuenta nueva a todo.
Bajamos por la Costa verde, y me repetías sin cesar que no era la culpable, en realidad no era necesario, sabía a qué cuento escabroso me había metido, me llevaste hasta mi casa, decidimos dejarlo todo ahí, no fue nuestro momento, no fue nuestro tiempo. Nos besamos con un adiós, aún sabiendo que fue un acto suicida.
Y es que soy tan complicada, obstinada, cabeza dura, nado contra la corriente, lo sé, pero la vida es una, la vida es un camino que sigues y no regresas, el karma existe, y probablemente ya me jodí. Pero después de todo, como diría esa bella canción del maestro Joaquín Sabina: Lo niego todo, incluso la verdad.